Relatos conjuntos everywhere

Hola, gentes!

Me ha gustado tanto esta sección, que he decidido comenzar otro relato. Por poner unas normas, sugiero un máximo de 2 líneas por vez y 4 páginas para cerrarlo.
¿Objeciones?...
Mientras tanto, empiezo:

Todos los días el mismo absurdo: me levanto a las mil, desayuno corriendo y enciendo el ordenador. Una vez ante el monitor, me dejo ir. Ya no hay en mí esa vitalidad de antaño y casi me cuesta un esfuerzo irrealizable no ceder a esta inercia de paulatina desaparición inconsciente. Sigo viviendo en el absurdo, pero cabe alguna posibilidad...

Por un momento, puedo trasladarme a otros mundos en otra piel y bocanadas de vida se apoderan de mí, justo hasta el instante en que brota una lágrima por mi mejilla y miro de nuevo a mi alrededor...

(PD. Perdón por pasarme de las dos líneas , no me di cuenta.)

Tengo que ser fuerte y cumplir mi misión como intruso de cerebros para sobrevivir. Aunque para ello debo ejercitar esta...¿habilidad?

.

Nadie habla pero puedo oír su respiración. Cuelgo. Necesito aire fresco. La misión como intruso de cerebros vuelve a mi pensamiento, a la vez que vuelve a sonar el teléfono...

"Recuerdas el verano del 86? Yo jamas lo he olvidado". Era una voz femenina débil, como proveniente de un lugar muy lejano.  Me quedo cinco minutos paralizado después de colgar.

Esta tía está obsesionada conmigo. Me llama todos los años por la misma fecha y me da un yuyu que te cagas... Dios...¡Cómo me iba a olvidar de ese puto verano! Ojalá pudiera.

Fué el verano en el que esa chica desapareció para el mundo y nunca más se volvió a saber de ella. Con el paso de los años, la dieron por muerta. Aunque yo no había conseguido olvidarla, ni ella a mí...

Pero ha vuelto; y con mucha vitalidad y ganas de venganza por haberla ignorado durante todos estos años. Esas pastillas ya no me hacen tanto efecto y Enriqueta vuelve a apoderarse de mí e incitarme a hacer cositas...

A miles de kilómetros de allí, un grupo de excursionistas se vé obligado a refugiarse de la sorpresiva lluvia en una cabaña abandonada, cuyo viejo letrero dice: Cabaña de Enriqueta y Enrique, 1986.

En ese preciso momento y de la misma sorpresiva manera, se manifestó allí un hombrecillo algo cascado, de mirada sonriente y entrañable, que, espontáneamente, se arrancó a narrar una historia a los excursionistas. El relato comenzaba en el año 1986 "de Nuestro Señor Jesucristo".

Todos escuchaban con atención: En aquel año un grupo de jóvenes estudiantes se hallaba de acampada justo en este mismo lugar. Entre ellos había una pareja de enamorados -dijo el hombrecillo-.

Eran inseparables hasta que sucedió la tragedia... Una mañana de octubre, muy temprano, se dice que fueron a dar un paseo por aquellos cerros que veis en el horizonte. Enrique volvió solo aquella tarde, en shock y con una palidez manifiesta.

—No puedo contarlo, nadie me creerá. Tengo que... tengo que irme. —Murmuraba inquieto y desconcertado, mientras recogía sus pertenencias. Cuando ya iba por la cerretera, le pareció ver un cartel de cine impactante. <<Sé lo que hicisteis el último halloween>>, decía en el título que captó su atención unos segundos.

Su mente jugaba con él a su antojo. No podía ser real. Nadie más sabía lo que aconteció durante aquella noche de Halloween. Nadie que estuviera con vida... Cerró los ojos con fuerza intentando recordar la sonrisa de Enriqueta, pero no pudo.

Ya era de noche, y como era su costumbre, cuando sentía no poder centrar sus pensamientos hechaba a andar por las frías calles de la ciudad hasta terminar acodado en el parapeto del puente. Mirar los barcos lo tranquilizaba. Sin embargo se detuvo en la plaza de los abedules, sentía que alguien lo observaba..

El frío le helaba la nuca y el viento le susurraba al oído. Vió una sombra entre los árboles y un escalofrío le recorrió la espalda. ¿Sería ella?... pero era imposible. Continuó caminando y, de repente, una mano le tocó en el hombro.

Giró bruscamente con el corazón acelerado, y sus ojos se toparon con la cara de una pordiosera encapuchada, el sucio y enredado cabello de un color indistinguible le tapaba parcialmente la cara, lo único que se distinguía era un manto roido que la cubría de la coronilla a los pies, del que sobresalía su huesuda mano en señal de pedir limosna. —Por caridad... —Decía la mujer con voz rota. —¿Le conozco de antes, señor?.



PD.: No sé si me he pasado un poco de largo.

-En verdad.. No creo que.. Dios Santo! Mujer..- Pronunció entrecortadamente, preso de una exaltación sin fronteras, quería hecharse a correr calle a bajo a toda prisa, pero la huesuda mano lo detuvo.
-Tranquilícese Hombre! Es cierto, le conozco. Es usted. Lo he visto muchas veces en el puente, en la barandilla.. es usted muy extraño. ¿Qué busca?

- Busco una mirada en la que refugiarme y la magia de una sonrisa. Busco respuestas a preguntas ya olvidadas. Tal vez busco demasiado... Pero, dígame, ¿por qué le parezco muy extraño? -preguntó- mientras no podía apartar la mirada de aquella desconcertante mujer.

-Es que su comportamiento.. Le he observado. Viene por las noches y se queda allí, observando la bahía, incluso cuando hay niebla. Por favor, digame algo, pero antes tranquilicesé, parece agitado.Tengo algo, espere, no se vaya.. - Sacó de su andrajosa chaqueta lo que parecía ser una pequeña bota de piel, de esas que contienen alguna bebida alcohólica en su interior y se la ofreció con gesto amable.

El día de su desaparición, Enriqueta llevaba consigo una pequeña bota de piel idéntica a aquélla (él se la había regalado). Estaba intentando encontrarle un sentido a semejante coincidencia cuando, de repente, apareció un grupo de jóvenes dispuestos a buscar problemas.

La anciana desapareció, pero no sin dejar la bota tirada cerca de la barandilla, dejando ver, con acusadora claridad, un nombre escrito: Enriqueta S.A. ¡Enrique ya no podía controlar las convulsiones! Su delicado cerebro reclamaba imperiosamente determinadas atenciones. Los matones habían llegado, muy cariñositos, por cierto...

Laudano en mi éter escribió:
PD.: No sé si me he pasado un poco de largo.

No te preocupes jajajaja. Ha sido un desliz.