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Un diálogo cualquiera
3 participantes
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Un diálogo cualquiera
—¿Por qué lloras?
—Por nada.
—No, en serio, cuéntame qué te pasa.
—Na-da —dice ella, arrebolándose por momentos.
—El psicólogo dice que tenemos que hablarlo y resolverlo juntas.
—A la mierda con el psicólogo —. Silencio: desgarrado por el estrambótico soniquete del teléfono. Ni una ni otra —estatuas de cera, sobrecalentadas— amagan con descolgarlo—. ¿Resolver qué?
—Tu problema.
—¿Qué problema? Yo no tengo ningún problema.
—¿Y por qué lloras? Aquí siempre te hemos tratado bien.
Sus sollozos prorrumpen en crescendo. Cae un hilo de sangre del orificio izquierdo. Maquillaje del todo corrido. Entre pausas, encabalgamientos, afonías, hiperventilaciones, lágrimas incontenibles y cristalizadas en su par de mejillas albas y tiznadas de rimmel, arranca:
—Bueno, por una noticia que he leído en el periódico, un chaval, acosado, sin defensa, solo, tan solo... Y-y me habría gustado abrazarle muy fuerte, acunarle, mentirle al oído... pero es ya muy tarde, ahora está muerto, ¿comprendes? Dicen que sobredosis o no sé, su aura, siempre desconocida y frágil y casual, inaccesible, inaccesible, se ha apagado, tal que así —alza un jarrón y lo arroja contra el suelo, resquebrajándolo, ante las dilatadas órbitas de su madre—, tal que así, ¿ves?, sin ruido... Y que el otro día un perro, un perro vagabundo, agonizante, desollado bajo un jodido neumático y sus gemidos que me partieron el alma y quise gritar y gritar y al ver todas sus vísceras en plan palpitantes pensé en embutidos, pensé en la pata de jamón de la cocina y ¿cómo no vomitar mi propio cerebro? ¿Por qué siempre así? Y mi novio que sólo me quiere para follar y nada más, pero está bien, pero no porque sé lo que hace a mis espaldas y si tuviera una pizca de amor propio me las piraría, adiós y hasta nunca pero no puedo porque me veo fea y gorda, cada día más gorda y ¡sé que nadie más me va a querer! Pero él supuestamente no me quiere porque si me quisiera no me haría daño o sí, no sé, ¡¿te das cuenta?! No sé cómo vivir y hay tanto sufrimiento y tantos fantasmas y gusanos que ¿cómo no llorar? Explícame, eh, porque hay un caos de la rehostia en mi cabeza y como voces que discuten y a veces se acuchillan y es salvaje y todos trabajan hasta caerse muertos, ¿viste la vecina del quinto?, sí, es la vida, la vida, pero no está bien. —Frufrú de cortinas entreabiertas tamiza un atardecer desvaído; las siluetas de la estancia, adoptando poses grotescamente teatrales, se opacan en el azul; efectivamente: es tarde.— No está bien.
A las 21:52 la madre de Vanessa llama a una ambulancia. Enseguida una serie de gorilas (tal es, en rigor, la función que desempeñan) inmovilizan, sedan y atan a una Vanessa tambaleante y desquiciada. Las flores del jarrón yacen rotas entre regueros de agua que inundan el linóleo crepuscular. Son, eran orquídeas.
A las 23:04 Vanessa es oficialmente internada en la Unidad Psiquiátrica de Crisol. Ojos furtivos, ora clínicos y ora simplemente curiosos, examinan sus facciones descompuestas.
A las 4:03 el cielo comienza a desplomarse.
Desciende. Más y más bajo.
Con cada inspiración.
Y la playa huérfana de oleaje, sin la acostumbrada hoz lunar que deslumbre la Gran Charcutería en sus ojos de gato.
—Por nada.
—No, en serio, cuéntame qué te pasa.
—Na-da —dice ella, arrebolándose por momentos.
—El psicólogo dice que tenemos que hablarlo y resolverlo juntas.
—A la mierda con el psicólogo —. Silencio: desgarrado por el estrambótico soniquete del teléfono. Ni una ni otra —estatuas de cera, sobrecalentadas— amagan con descolgarlo—. ¿Resolver qué?
—Tu problema.
—¿Qué problema? Yo no tengo ningún problema.
—¿Y por qué lloras? Aquí siempre te hemos tratado bien.
Sus sollozos prorrumpen en crescendo. Cae un hilo de sangre del orificio izquierdo. Maquillaje del todo corrido. Entre pausas, encabalgamientos, afonías, hiperventilaciones, lágrimas incontenibles y cristalizadas en su par de mejillas albas y tiznadas de rimmel, arranca:
—Bueno, por una noticia que he leído en el periódico, un chaval, acosado, sin defensa, solo, tan solo... Y-y me habría gustado abrazarle muy fuerte, acunarle, mentirle al oído... pero es ya muy tarde, ahora está muerto, ¿comprendes? Dicen que sobredosis o no sé, su aura, siempre desconocida y frágil y casual, inaccesible, inaccesible, se ha apagado, tal que así —alza un jarrón y lo arroja contra el suelo, resquebrajándolo, ante las dilatadas órbitas de su madre—, tal que así, ¿ves?, sin ruido... Y que el otro día un perro, un perro vagabundo, agonizante, desollado bajo un jodido neumático y sus gemidos que me partieron el alma y quise gritar y gritar y al ver todas sus vísceras en plan palpitantes pensé en embutidos, pensé en la pata de jamón de la cocina y ¿cómo no vomitar mi propio cerebro? ¿Por qué siempre así? Y mi novio que sólo me quiere para follar y nada más, pero está bien, pero no porque sé lo que hace a mis espaldas y si tuviera una pizca de amor propio me las piraría, adiós y hasta nunca pero no puedo porque me veo fea y gorda, cada día más gorda y ¡sé que nadie más me va a querer! Pero él supuestamente no me quiere porque si me quisiera no me haría daño o sí, no sé, ¡¿te das cuenta?! No sé cómo vivir y hay tanto sufrimiento y tantos fantasmas y gusanos que ¿cómo no llorar? Explícame, eh, porque hay un caos de la rehostia en mi cabeza y como voces que discuten y a veces se acuchillan y es salvaje y todos trabajan hasta caerse muertos, ¿viste la vecina del quinto?, sí, es la vida, la vida, pero no está bien. —Frufrú de cortinas entreabiertas tamiza un atardecer desvaído; las siluetas de la estancia, adoptando poses grotescamente teatrales, se opacan en el azul; efectivamente: es tarde.— No está bien.
A las 21:52 la madre de Vanessa llama a una ambulancia. Enseguida una serie de gorilas (tal es, en rigor, la función que desempeñan) inmovilizan, sedan y atan a una Vanessa tambaleante y desquiciada. Las flores del jarrón yacen rotas entre regueros de agua que inundan el linóleo crepuscular. Son, eran orquídeas.
A las 23:04 Vanessa es oficialmente internada en la Unidad Psiquiátrica de Crisol. Ojos furtivos, ora clínicos y ora simplemente curiosos, examinan sus facciones descompuestas.
A las 4:03 el cielo comienza a desplomarse.
Desciende. Más y más bajo.
Con cada inspiración.
Y la playa huérfana de oleaje, sin la acostumbrada hoz lunar que deslumbre la Gran Charcutería en sus ojos de gato.
Tracoma- Nuevo Usuario
- Mensajes : 11
Re: Un diálogo cualquiera
En muchas mentes se pueden ver este tipo de cuadros totalmente abstractos y llenos de grises. Un reflejo de esta sociedad caótica que busca minimizar los efectos; pero no tener en cuenta las causas. Es buenísimo, las imágenes que transmite casi dan vértigo, son muy crudas y punzantes.
Sumerio- Usuario VIP
- Mensajes : 1168
Re: Un diálogo cualquiera
Totalmente! De echo he visto cada imagen descrita. Impresionante.Sumerio escribió:En muchas mentes se pueden ver este tipo de cuadros totalmente abstractos y llenos de grises. Un reflejo de esta sociedad caótica que busca minimizar los efectos; pero no tener en cuenta las causas. Es buenísimo, las imágenes que transmite casi dan vértigo, son muy crudas y punzantes.
Además estoy totalmente de acuerdo en lo que dices. Minimizar es la respuesta 'comoda' y rápida con la cual se afrontan estas cosas,no hace falta decir que haciendo esto ,nadie se pone mejor,es más ,crece la desilusión de pedir ayuda creo. Pero de otra parte me pregunto ,cuál sería la manera justa de actuar? Profundizar con cada individuo (?) Sería esto posible?
TerraNegra- Nuevo Usuario
- Mensajes : 12
Re: Un diálogo cualquiera
TerraNegra escribió:Totalmente! De echo he visto cada imagen descrita. Impresionante.Sumerio escribió:En muchas mentes se pueden ver este tipo de cuadros totalmente abstractos y llenos de grises. Un reflejo de esta sociedad caótica que busca minimizar los efectos; pero no tener en cuenta las causas. Es buenísimo, las imágenes que transmite casi dan vértigo, son muy crudas y punzantes.
Además estoy totalmente de acuerdo en lo que dices. Minimizar es la respuesta 'comoda' y rápida con la cual se afrontan estas cosas,no hace falta decir que haciendo esto ,nadie se pone mejor,es más ,crece la desilusión de pedir ayuda creo. Pero de otra parte me pregunto ,cuál sería la manera justa de actuar? Profundizar con cada individuo (?) Sería esto posible?
Pues afrontar esas respuestas desde mi punto de vista reducido como ser humano es un imposible, pero tengo algunas nociones a grandes rasgos de lo que esta mal, y se puede cambiar.
No se puede pretender que no existan personas con desequilibrios psicológicos en un mundo desequilibrado. Es como beber agua contaminada para quitar la sed. No hace falta profundizar con cada persona, es mucho más simple, da lo que deseas recibir, por lo tanto, el problema es la falta de empatía y el exceso de egoísmo. Este último es la base de la sociedad y nuestra relación forzada con el poder, dinero, triunfo. Si nuestras pretensiones son estas; porque es lo que nos enseñan, uno nuestros finales posibles puede ser terminar en la planta 6 de psiquiatría.
Sumerio- Usuario VIP
- Mensajes : 1168
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