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Re: Hilo de Citas, frases...
La disciplina comienza con el dominio de tus pensamientos. Si no controlas lo que piensas, no podrás controlar lo que haces.
Juan1980- Usuario VIP
- Mensajes : 7831
Re: Hilo de Citas, frases...
La duda es el inicio de la sabiduría.
Sócrates.
Sócrates.
Juan1980- Usuario VIP
- Mensajes : 7831
Re: Hilo de Citas, frases...
"Entiendo que aunque pasen muchas cosas, personas que produzcan cambios a mi alrededor no puedo perder la esencia de lo que soy porque si lo hiciera no tendría lugar al que volver, no podría encontrarme nunca más y caería en el error de deshacer todo incluso los nuevos cambios y volver a refugiarme en lo que siempre fui cerrando para siempre la puerta a nuevos cambios que pudieran traer beneficio a mi vida".
Anónimo
Anónimo
Mareas- Usuario Experto
- Mensajes : 748
Re: Hilo de Citas, frases...
Si quieres saber cómo es alguien, mira de qué manera trata a sus inferiores, no a sus iguales.
Juan1980- Usuario VIP
- Mensajes : 7831
Re: Hilo de Citas, frases...
HE DECIDIDO DEJARTE
UN CAMINO DE POST-ITS PARA CONTARTE QUE
LA RUTINA ACABA CON EL AMOR Y POR ESO YO SOY DE LOS QUE ESCRIBEN
POEMAS PARA LA MUJER AMADA PORQUE SÉ QUE
YA NO SOY AQUEL QUE SOLO PENSABA
HACERTE DAÑO CON LA PRIMERA QUE PILLE
DORMIR CON MUCHAS CHICAS, PONERME PEDO Y
VOMITAR Y TENER DOLOR DE CABEZA PORQUE AHORA QUIERO
SENTARME CONTIGO Y ESCUCHAR ESAS CANCIONES TUYAS QUE ME HACEN
VOLVER A DESCUBRIR LA BUENA MÚSICA. YA NO SOPORTO
MIS VIEJOS DISCOS DE ROCK Y
PARA PODER DISFRUTAR YO
HE BAJADO TODA LA DISCOGRAFÍA DE LUIS MIGUEL
HE COMPRADO UN IPOD Y UNOS CASCOS Y
PARA QUE NO TE FALTE NINGUNA CANCIÓN
SE LA VOY A METER ENTERA
YA VERÁS QUÉ SORPRESA YA TE IMAGINO BRINCANDO
ESE CULITO QUE ME GUSTA TANTO PARA QUE GRITE BIEN ALTO
LA VECINA DE AL LADO QUE TIENE
ESA ENVIDIA MALSANA QUE TE DA
UNOS GOLPES BIEN FUERTES CON LA ESCOBA CUANDO HACES RUIDO POR
QUE NO HAY TÍA MÁS TONTA EN 100 KILÓMETROS Y TÚ TE MERECES
LOS MEJORES AÑOS DE MI VIDA CONTIGO Y PIENSO
QUE HE MALGASTADO
ESTOS POST-ITS QUE EXPRESAN LO QUE INTENTO DECIRTE HACE MUCHO TIEMPO
YA ME IMAGINO TU CARA CUANDO VEAS ESTO
Ahora léelo de abajo hacia arriba.
UN CAMINO DE POST-ITS PARA CONTARTE QUE
LA RUTINA ACABA CON EL AMOR Y POR ESO YO SOY DE LOS QUE ESCRIBEN
POEMAS PARA LA MUJER AMADA PORQUE SÉ QUE
YA NO SOY AQUEL QUE SOLO PENSABA
HACERTE DAÑO CON LA PRIMERA QUE PILLE
DORMIR CON MUCHAS CHICAS, PONERME PEDO Y
VOMITAR Y TENER DOLOR DE CABEZA PORQUE AHORA QUIERO
SENTARME CONTIGO Y ESCUCHAR ESAS CANCIONES TUYAS QUE ME HACEN
VOLVER A DESCUBRIR LA BUENA MÚSICA. YA NO SOPORTO
MIS VIEJOS DISCOS DE ROCK Y
PARA PODER DISFRUTAR YO
HE BAJADO TODA LA DISCOGRAFÍA DE LUIS MIGUEL
HE COMPRADO UN IPOD Y UNOS CASCOS Y
PARA QUE NO TE FALTE NINGUNA CANCIÓN
SE LA VOY A METER ENTERA
YA VERÁS QUÉ SORPRESA YA TE IMAGINO BRINCANDO
ESE CULITO QUE ME GUSTA TANTO PARA QUE GRITE BIEN ALTO
LA VECINA DE AL LADO QUE TIENE
ESA ENVIDIA MALSANA QUE TE DA
UNOS GOLPES BIEN FUERTES CON LA ESCOBA CUANDO HACES RUIDO POR
QUE NO HAY TÍA MÁS TONTA EN 100 KILÓMETROS Y TÚ TE MERECES
LOS MEJORES AÑOS DE MI VIDA CONTIGO Y PIENSO
QUE HE MALGASTADO
ESTOS POST-ITS QUE EXPRESAN LO QUE INTENTO DECIRTE HACE MUCHO TIEMPO
YA ME IMAGINO TU CARA CUANDO VEAS ESTO
Ahora léelo de abajo hacia arriba.
Geek- Usuario Destacado
- Mensajes : 310
Re: Hilo de Citas, frases...
"Más terribles que cualquier muralla, he puesto verjas altísimas para demarcar el jardín de mi ser, de modo que, viendo perfectamente a los demás, perfectísimamente los excluyo y mantengo otros."
Fernando Pessoa.
Fernando Pessoa.
La_Bohemia- Usuario Destacado
- Mensajes : 391
Re: Hilo de Citas, frases...
Cualquiera que sea la causa de tu sufrimiento, no lastimes a otro.
Buda.
Buda.
Juan1980- Usuario VIP
- Mensajes : 7831
Re: Hilo de Citas, frases...
No dejamos de existir solo cuando morimos.
(Mío).
(Mío).
La_Bohemia- Usuario Destacado
- Mensajes : 391
Re: Hilo de Citas, frases...
La ansiedad es la mente yendo más deprisa que la vida.
Juan1980- Usuario VIP
- Mensajes : 7831
Re: Hilo de Citas, frases...
"No siente la libertad quien nunca vivió oprimido."
Fernando Pessoa.
Fernando Pessoa.
La_Bohemia- Usuario Destacado
- Mensajes : 391
Re: Hilo de Citas, frases...
Qué valiente te ves temblando de miedo, pero arriesgándote a vivirlo.
J. Guerrero.
J. Guerrero.
Juan1980- Usuario VIP
- Mensajes : 7831
Re: Hilo de Citas, frases...
Este es un cuento breve que esconde una metáfora. Amo este cuento,desde el primer momento que lo leí me caló profundamente. Me gusta leerlo, releerlo y reflexionar.
LA PRINCESA Y EL ENANO (Oscar Wilde)
Había una vez una princesa que vivía en un palacio muy grande. El día en que cumplía trece años hubo una gran fiesta, con trapecistas, magos, payasos… Pero la princesa se aburría. Entonces, apareció un enano, un enano muy feo que daba brincos y hacía piruetas en el aire. El enano fue todo un acontecimiento
- Bravo, Bravo, decía la princesa aplaudiendo y sin dejar de reír, y el enano, contagiado de su alegría, saltaba y saltaba, hasta que cayó al suelo rendido.
- “Sigue saltando, por favor” dijo la princesa.
Pero el enano ya no podía más. La princesa se puso triste y se retiró a sus aposentos…
Al rato, el enano, orgulloso de haber agradado a la princesa, decidió ir a buscarla, convencido de que ella se iría a vivir con él al bosque. “Ella no es feliz aquí” pensaba el enano. “Yo la cuidaré y la haré reír siempre”. El enano recorrió el palacio, buscando la habitación de la princesa, pero al llegar a uno de los salones vio algo horrible. Ante él había un monstruo que lo miraba con ojos torcidos y sanguinolentos, con unas manos peludas y unos pies enormes. El enano quiso morirse cuando se dio cuenta de que aquel monstruo era él mismo, reflejado en un espejo. En ese momento entró la princesa con su séquito.
-“Ah estas aquí, qué bien, baila otra vez para mí, por favor”. Dijo la princesa.
Pero el enano estaba tirado en el suelo y no se movía. El médico de la corte se acercó a él y le tomó el pulso.
-“Ya no bailará más para vos, princesa” le dijo.
- “¿Por qué?” preguntó la princesa.
-"Porque se le ha roto el corazón”.
Y la princesa contestó: “De ahora en adelante, que todos los que vengan a palacio no tengan corazón”
LA PRINCESA Y EL ENANO (Oscar Wilde)
Había una vez una princesa que vivía en un palacio muy grande. El día en que cumplía trece años hubo una gran fiesta, con trapecistas, magos, payasos… Pero la princesa se aburría. Entonces, apareció un enano, un enano muy feo que daba brincos y hacía piruetas en el aire. El enano fue todo un acontecimiento
- Bravo, Bravo, decía la princesa aplaudiendo y sin dejar de reír, y el enano, contagiado de su alegría, saltaba y saltaba, hasta que cayó al suelo rendido.
- “Sigue saltando, por favor” dijo la princesa.
Pero el enano ya no podía más. La princesa se puso triste y se retiró a sus aposentos…
Al rato, el enano, orgulloso de haber agradado a la princesa, decidió ir a buscarla, convencido de que ella se iría a vivir con él al bosque. “Ella no es feliz aquí” pensaba el enano. “Yo la cuidaré y la haré reír siempre”. El enano recorrió el palacio, buscando la habitación de la princesa, pero al llegar a uno de los salones vio algo horrible. Ante él había un monstruo que lo miraba con ojos torcidos y sanguinolentos, con unas manos peludas y unos pies enormes. El enano quiso morirse cuando se dio cuenta de que aquel monstruo era él mismo, reflejado en un espejo. En ese momento entró la princesa con su séquito.
-“Ah estas aquí, qué bien, baila otra vez para mí, por favor”. Dijo la princesa.
Pero el enano estaba tirado en el suelo y no se movía. El médico de la corte se acercó a él y le tomó el pulso.
-“Ya no bailará más para vos, princesa” le dijo.
- “¿Por qué?” preguntó la princesa.
-"Porque se le ha roto el corazón”.
Y la princesa contestó: “De ahora en adelante, que todos los que vengan a palacio no tengan corazón”
Invitado- Invitado
Re: Hilo de Citas, frases...
@Violeta No estoy seguro pero, ¿va de que no debemos sentir nada a la hora de rebajarnos o algo así?
Juan1980- Usuario VIP
- Mensajes : 7831
Re: Hilo de Citas, frases...
A mi me encanta este cuento, uno de mis favoritos. Me lo ha recordado @Violeta con el suyo.
EL CÍRCULO DEL
NOVENTA Y NUEVE
Un rey muy triste tenía un sirviente que se
mostraba siempre pleno y feliz. Todas las mañanas, cuando le llevaba el desayuno, lo despertaba tarareando alegres canciones de juglares. Siempre había una sonrisa en su cara, y su actitud hacia la vida era serena y alegre. Un día
el rey lo mandó llamar y le preguntó:
—Paje, ¿cuál es el secreto?
— ¿Qué secreto, Majestad?
— ¿Cuál es el secreto de tu alegría?
—No hay ningún secreto, Alteza.
—No me mientas. He mandado cortar cabezas por ofensas menores que una mentira.
—Majestad, no tengo razones para estar
triste. Su Alteza me honra permitiéndome aten-
derlo. Tengo a mi esposa y a mis hijos viviendo
en la casa que la corte nos ha asignado, estamos
vestidos y alimentados, y además Su Alteza me
premia de vez en cuando con algunas monedas
que nos permiten darnos pequeños gustos.
¿Cómo no estar feliz?
—Si no me dices ya mismo el secreto, te
haré decapitar —dijo el rey—. Nadie puede ser
feliz por esas razones que has dado.
El sirviente sonrió, hizo una reverencia y
salió de la habitación. El rey estaba furioso, no
conseguía explicarse cómo el paje vivía feliz
así, vistiendo ropa usada y alimentándose de las
sobras de los cortesanos. Cuando se calmó, llamó al más sabio de sus asesores y le preguntó:
— ¿Por qué él es feliz?
—Majestad, lo que sucede es que él está por
fuera del círculo.
— ¿Fuera del círculo? ¿Y eso es lo que lo
hace feliz?
—No, Majestad, eso es lo que no lo hace infeliz.
—A ver si entiendo: ¿estar en el círculo lo
hace infeliz? ¿Y cómo salió de él?
—Es que nunca entró.
E
— ¿Qué círculo es ese?
—El círculo del noventa y nueve.
—Verdaderamente, no entiendo nada.
—La única manera para que entendiera sería
mostrárselo con hechos. ¿Cómo? Haciendo
entrar al paje en el círculo. Pero, Alteza, nadie
puede obligar a nadie a entrar en el círculo. Si le
damos la oportunidad, entrará por sí mismo.
— ¿Pero no se dará cuenta de que eso es su
infelicidad?
—Sí se dará cuenta, pero no lo podrá evitar.
— ¿Dices que él se dará cuenta de la infelicidad que le causará entrar en ese ridículo círculo, y de todos modos lo hará?
—Tal cual, Majestad. Si usted está dispuesto
a perder un excelente sirviente para entender la
estructura del círculo, lo haremos. Esta noche
pasaré a buscarlo. Debe tener preparada una
bolsa de cuero con noventa y nueve monedas de
oro.
Así fue. El sabio fue a buscar al rey y juntos
se escurrieron hasta los patios del palacio y se
ocultaron junto a la casa del paje. El sabio guardó en la bolsa un papel que decía: “Este teso-
ro es tuyo. Es el premio por ser un buen hombre. Disfrútalo y no le cuentes a nadie cómo lo
encontraste”.
Cuando el paje salió por la mañana, el sabio
y el rey lo estaban espiando. El sirviente leyó la
nota, agitó la bolsa y al escuchar el sonido
metálico se estremeció. La apretó contra el pecho, miró hacia todos lados y cerró la puerta.
El rey y el sabio se acercaron a la ventana
para ver la escena. El sirviente había tirado todo
lo que había sobre la mesa, dejando sólo una
vela, y había vaciado el contenido de la bolsa.
Sus ojos no podían creer lo que veían: ¡una
montaña de monedas de oro! El paje las tocaba,
las amontonaba y las alumbraba con la vela. Las
juntaba y desparramaba, jugaba con ellas... Así,
empezó a hacer pilas de diez monedas. Una pila
de diez, dos pilas de diez, tres, cuatro, cinco
pilas de diez... hasta que formó la última pila:
¡nueve monedas! Su mirada recorrió la mesa
primero, luego el piso y finalmente la bolsa.
“No puede ser”, pensó. Puso la última
pila al lado de las otras y confirmó que era
más baja. “Me robaron —gritó—, me robaron,
¡malditos!” Una vez más buscó en la mesa, en
el piso, en la bolsa, en sus ropas. Corrió los
muebles, pero no encontró nada. Sobre la mesa,
como burlándose de él, una montañita
resplandeciente le recordaba que había noventa
y nueve monedas de oro. “Es mucho dinero —
pensó—, pero me falta una moneda. Noventa y
nueve no es un número completo. Cien es un
número completo, pero noventa y nueve no”.
El rey y su asesor miraban por la ventana. La
cara del paje ya no era la misma, tenía el ceño
fruncido y los rasgos tensos, los ojos se veían
pequeños y la boca mostraba un horrible rictus.
El sirviente guardó las monedas y, mirando
para todos lados con el fin de cerciorarse de que
nadie lo viera, escondió la bolsa entre la leña.
Tomó papel y pluma y se sentó a hacer
cálculos. ¿Cuánto tiempo tendría que ahorrar
para comprar su moneda número cien? Hablaba solo, en voz alta. Estaba dispuesto a trabajar duro hasta conseguirla; después, quizás
no necesitaría trabajar más. Con cien monedas de oro un hombre puede dejar de trabajar. Con cien monedas de oro un hombre es
rico. Con cien monedas de oro se puede vivir
tranquilo. Si trabajaba y ahorraba, en once o
doce años juntaría lo necesario. Hizo cuentas:
sumando su salario y el de su esposa, reuniría el
dinero en siete años. ¡Era demasiado tiempo!
Pero, ¿para qué tanta ropa de invierno?, ¿para
qué más de un par de zapatos? En cuatro años
de sacrificios llegaría a su moneda cien.
El rey y el sabio volvieron al palacio.
El paje había entrado en el círculo del noventa y nueve. Durante los meses siguientes,
continuó con sus planes de ahorro. Una mañana
entró a la alcoba real golpeando las puertas y
refunfuñando.
— ¿Qué te pasa? —le preguntó el rey de buen
modo.
—Nada —contestó el otro.
—No hace mucho, reías y cantabas todo el
tiempo.
—Hago mi trabajo, ¿no? ¿Qué querría Su
Alteza, que fuera también su bufón y juglar?
No pasó mucho tiempo antes de que el rey
despidiera al sirviente. No era agradable tener
un paje que estuviera siempre de mal humor.
EL CÍRCULO DEL
NOVENTA Y NUEVE
Un rey muy triste tenía un sirviente que se
mostraba siempre pleno y feliz. Todas las mañanas, cuando le llevaba el desayuno, lo despertaba tarareando alegres canciones de juglares. Siempre había una sonrisa en su cara, y su actitud hacia la vida era serena y alegre. Un día
el rey lo mandó llamar y le preguntó:
—Paje, ¿cuál es el secreto?
— ¿Qué secreto, Majestad?
— ¿Cuál es el secreto de tu alegría?
—No hay ningún secreto, Alteza.
—No me mientas. He mandado cortar cabezas por ofensas menores que una mentira.
—Majestad, no tengo razones para estar
triste. Su Alteza me honra permitiéndome aten-
derlo. Tengo a mi esposa y a mis hijos viviendo
en la casa que la corte nos ha asignado, estamos
vestidos y alimentados, y además Su Alteza me
premia de vez en cuando con algunas monedas
que nos permiten darnos pequeños gustos.
¿Cómo no estar feliz?
—Si no me dices ya mismo el secreto, te
haré decapitar —dijo el rey—. Nadie puede ser
feliz por esas razones que has dado.
El sirviente sonrió, hizo una reverencia y
salió de la habitación. El rey estaba furioso, no
conseguía explicarse cómo el paje vivía feliz
así, vistiendo ropa usada y alimentándose de las
sobras de los cortesanos. Cuando se calmó, llamó al más sabio de sus asesores y le preguntó:
— ¿Por qué él es feliz?
—Majestad, lo que sucede es que él está por
fuera del círculo.
— ¿Fuera del círculo? ¿Y eso es lo que lo
hace feliz?
—No, Majestad, eso es lo que no lo hace infeliz.
—A ver si entiendo: ¿estar en el círculo lo
hace infeliz? ¿Y cómo salió de él?
—Es que nunca entró.
E
— ¿Qué círculo es ese?
—El círculo del noventa y nueve.
—Verdaderamente, no entiendo nada.
—La única manera para que entendiera sería
mostrárselo con hechos. ¿Cómo? Haciendo
entrar al paje en el círculo. Pero, Alteza, nadie
puede obligar a nadie a entrar en el círculo. Si le
damos la oportunidad, entrará por sí mismo.
— ¿Pero no se dará cuenta de que eso es su
infelicidad?
—Sí se dará cuenta, pero no lo podrá evitar.
— ¿Dices que él se dará cuenta de la infelicidad que le causará entrar en ese ridículo círculo, y de todos modos lo hará?
—Tal cual, Majestad. Si usted está dispuesto
a perder un excelente sirviente para entender la
estructura del círculo, lo haremos. Esta noche
pasaré a buscarlo. Debe tener preparada una
bolsa de cuero con noventa y nueve monedas de
oro.
Así fue. El sabio fue a buscar al rey y juntos
se escurrieron hasta los patios del palacio y se
ocultaron junto a la casa del paje. El sabio guardó en la bolsa un papel que decía: “Este teso-
ro es tuyo. Es el premio por ser un buen hombre. Disfrútalo y no le cuentes a nadie cómo lo
encontraste”.
Cuando el paje salió por la mañana, el sabio
y el rey lo estaban espiando. El sirviente leyó la
nota, agitó la bolsa y al escuchar el sonido
metálico se estremeció. La apretó contra el pecho, miró hacia todos lados y cerró la puerta.
El rey y el sabio se acercaron a la ventana
para ver la escena. El sirviente había tirado todo
lo que había sobre la mesa, dejando sólo una
vela, y había vaciado el contenido de la bolsa.
Sus ojos no podían creer lo que veían: ¡una
montaña de monedas de oro! El paje las tocaba,
las amontonaba y las alumbraba con la vela. Las
juntaba y desparramaba, jugaba con ellas... Así,
empezó a hacer pilas de diez monedas. Una pila
de diez, dos pilas de diez, tres, cuatro, cinco
pilas de diez... hasta que formó la última pila:
¡nueve monedas! Su mirada recorrió la mesa
primero, luego el piso y finalmente la bolsa.
“No puede ser”, pensó. Puso la última
pila al lado de las otras y confirmó que era
más baja. “Me robaron —gritó—, me robaron,
¡malditos!” Una vez más buscó en la mesa, en
el piso, en la bolsa, en sus ropas. Corrió los
muebles, pero no encontró nada. Sobre la mesa,
como burlándose de él, una montañita
resplandeciente le recordaba que había noventa
y nueve monedas de oro. “Es mucho dinero —
pensó—, pero me falta una moneda. Noventa y
nueve no es un número completo. Cien es un
número completo, pero noventa y nueve no”.
El rey y su asesor miraban por la ventana. La
cara del paje ya no era la misma, tenía el ceño
fruncido y los rasgos tensos, los ojos se veían
pequeños y la boca mostraba un horrible rictus.
El sirviente guardó las monedas y, mirando
para todos lados con el fin de cerciorarse de que
nadie lo viera, escondió la bolsa entre la leña.
Tomó papel y pluma y se sentó a hacer
cálculos. ¿Cuánto tiempo tendría que ahorrar
para comprar su moneda número cien? Hablaba solo, en voz alta. Estaba dispuesto a trabajar duro hasta conseguirla; después, quizás
no necesitaría trabajar más. Con cien monedas de oro un hombre puede dejar de trabajar. Con cien monedas de oro un hombre es
rico. Con cien monedas de oro se puede vivir
tranquilo. Si trabajaba y ahorraba, en once o
doce años juntaría lo necesario. Hizo cuentas:
sumando su salario y el de su esposa, reuniría el
dinero en siete años. ¡Era demasiado tiempo!
Pero, ¿para qué tanta ropa de invierno?, ¿para
qué más de un par de zapatos? En cuatro años
de sacrificios llegaría a su moneda cien.
El rey y el sabio volvieron al palacio.
El paje había entrado en el círculo del noventa y nueve. Durante los meses siguientes,
continuó con sus planes de ahorro. Una mañana
entró a la alcoba real golpeando las puertas y
refunfuñando.
— ¿Qué te pasa? —le preguntó el rey de buen
modo.
—Nada —contestó el otro.
—No hace mucho, reías y cantabas todo el
tiempo.
—Hago mi trabajo, ¿no? ¿Qué querría Su
Alteza, que fuera también su bufón y juglar?
No pasó mucho tiempo antes de que el rey
despidiera al sirviente. No era agradable tener
un paje que estuviera siempre de mal humor.
Aldarion- Nuevo Usuario
- Mensajes : 22
Re: Hilo de Citas, frases...
Nadie puede hacerte infeliz sin tu consentimiento.
La_Bohemia- Usuario Destacado
- Mensajes : 391
Re: Hilo de Citas, frases...
"La experiencia me ha demostrado que lo que a mí me parece claro y evidente casi nunca lo es para el resto de mis semejantes."
Ernesto Sabato.
Ernesto Sabato.
La_Bohemia- Usuario Destacado
- Mensajes : 391
Re: Hilo de Citas, frases...
Para llevarse bien, no se necesitan las mismas ideas... se necesita el mismo respeto.
Juan1980- Usuario VIP
- Mensajes : 7831
Re: Hilo de Citas, frases...
Aquel que muerde la mano de quien le da de comer, es el mismo que lame la bota de quien le patea el trasero.
Juan1980- Usuario VIP
- Mensajes : 7831
Re: Hilo de Citas, frases...
Te diré algo que ya sabes. En el mundo no es un arco iris y nubes rosas, es un mundo malo y muy salvaje y no importa que tan rudo seas, te pondrá de rodillas y te dejarà así permanentemente si lo dejas. Ni tù, ni yo, ni nadie golpearà tan duro como la vida, pero no importa que tan duro lo hagas, importa lo duro que resistas y sigas avanzando.. cuanto resistirás y seguirás avanzando, ¡así es como se gana!. Y si sabes cuanto vales sal a buscar lo que mereces, pero debes ir dispuesto a que te den golpes y no a culpar a otros y decir no soy lo que quiero ser por èl, por ella o por nadie.
Los cobardes lo hacen y tu no lo eres, tu eres mejor hijo.”
Los cobardes lo hacen y tu no lo eres, tu eres mejor hijo.”
Mareas- Usuario Experto
- Mensajes : 748
Re: Hilo de Citas, frases...
Para el budismo, los gatos representan la espiritualidad. Son seres iluminados que transmiten calma y armonía. Por ello, suele decirse que quien no se relaciona bien con su inconsciente nunca llega a conectar por completo con un gato, ni entenderá tampoco sus misterios.
La verdad es que a nadie le sorprende saber que la figura de estos animales esté unida al budismo. Tanto es así, que en Tailandia existe una preciosa leyenda que ha trascendido en el tiempo hasta convertir a los gatos en unos seres de paz, y de íntima unión, en muchos templos de países asiáticos.
Es por ello, que resulta muy común ver a los gatos dormitando en los santuarios, hechos un ovillo en el regazo de las múltiples figuras de Buda que orlan los jardines y los templos.
Los gatos ven mucho más allá de nuestros sentidos, entre sus horas de siesta y sus instantes de juego y exploración ahondan en nuestra alma con su afinado olfato. Alivian tristezas y nos arropan con sus nobles y relucientes miradas.
A menudo, suele decirse que tener un perro es disfrutar del compañero más fiel que pueda existir. Algo totalmente cierto. No obstante, quien conoce el carácter de un gato siente que la conexión es más íntima y profunda, de ahí, que diversos monjes budistas como el maestro Hsing Yun, hablen del poder sanador de este animal.
Fue en Tailandia, y dentro de este contexto, donde se escribió El libro de los poemas del gato, o el Tamra Maew, conservado a día de hoy en la Biblioteca Nacional de Bangkok como un tesoro. En sus antiguos papiros pudo leerse una encantadora historia que decía que cuando una persona había alcanzado los niveles más altos de espiritualidad y fallecía, su alma se unía plácidamente al cuerpo de un gato.
La vida podría ser entonces muy corta o lo que la longevidad felina permitiese, pero cuando llegaba el final, el alma sabía que ascendería a un plano iluminado. A su vez, el pueblo tailandés de aquella época, conociendo esta creencia, llevaba a cabo también otra curiosa práctica…
Cuando un familiar fallecía, se le enterraba en una cripta junto a un gato vivo. La cripta tenía siempre un agujero por donde el animal podría salir, y cuando lo hiciera, daban por sentado que el alma del ser amado ya estaba en el interior de aquel noble gato… De este modo, alcanzaba la libertad y ese sendero de calma y espiritualidad capaz de preparar a esa alma, para el camino posterior hacia la ascensión.
Dicen de los gatos que son como pequeños monjes meditativos capaces de traer la armonía a un hogar. Para la orden budista de Fo Guang Shan, por ejemplo, son como personas que ya han alcanzado la iluminación.
Los gatos son seres libres. Beben cuando tienen sed, comen cuando tienen hambre, duermen cuando sienten sueño y hacen lo que se debe hacer en cada instante sin necesidad de complacer a nadie.
No se dejan llevar por el ego. Y algo especial de estos animales según esta rama del budismo es que aprendieron a sentir a las personas desde eras muy lejanas en el tiempo, en cambio, las personas aún no han aprendido a sentir al gato en el presente.
Son leales, fieles y afectuosos. Pero sus muestras de cariño son íntimas y sutiles, y aún así, tremendamente profundas. Solo aquellos que sepan ahondar en su interior, con respeto y dedicación, gozarán de su amor inquebrantable. Las personas que sean desiguales o que eleven a menudo su voz para gritar, jamás serán de su agrado.
Para concluir, sabemos que no hace falta recurrir a los textos budistas para entender que los gatos son especiales. Sus miradas nos transportan a universos introspectivos, con sus extrañas posturas nos invitan a practicar el yoga, son un ejemplo de elegancia y equilibrio…
Los queremos y hasta los veneramos y, aunque ellos mismos se crean auténticos dioses recordando quizá sus días en el Antiguo Egipto, es algo que les permitimos con orgullo.
Todos disponemos de nuestras propias historias con estos animales, momentos inolvidables que nos han permitido disfrutar de pequeños instantes cargados de magia y autenticidad. Esos que seguramente sirvieron de inspiración para hilar esta hermosa leyenda budista que quedó impresa en tinta, papel y misticismo
El tiempo pasado con gatos nunca es tiempo perdido. Sigmun Freud.
La verdad es que a nadie le sorprende saber que la figura de estos animales esté unida al budismo. Tanto es así, que en Tailandia existe una preciosa leyenda que ha trascendido en el tiempo hasta convertir a los gatos en unos seres de paz, y de íntima unión, en muchos templos de países asiáticos.
Es por ello, que resulta muy común ver a los gatos dormitando en los santuarios, hechos un ovillo en el regazo de las múltiples figuras de Buda que orlan los jardines y los templos.
Los gatos ven mucho más allá de nuestros sentidos, entre sus horas de siesta y sus instantes de juego y exploración ahondan en nuestra alma con su afinado olfato. Alivian tristezas y nos arropan con sus nobles y relucientes miradas.
A menudo, suele decirse que tener un perro es disfrutar del compañero más fiel que pueda existir. Algo totalmente cierto. No obstante, quien conoce el carácter de un gato siente que la conexión es más íntima y profunda, de ahí, que diversos monjes budistas como el maestro Hsing Yun, hablen del poder sanador de este animal.
Fue en Tailandia, y dentro de este contexto, donde se escribió El libro de los poemas del gato, o el Tamra Maew, conservado a día de hoy en la Biblioteca Nacional de Bangkok como un tesoro. En sus antiguos papiros pudo leerse una encantadora historia que decía que cuando una persona había alcanzado los niveles más altos de espiritualidad y fallecía, su alma se unía plácidamente al cuerpo de un gato.
La vida podría ser entonces muy corta o lo que la longevidad felina permitiese, pero cuando llegaba el final, el alma sabía que ascendería a un plano iluminado. A su vez, el pueblo tailandés de aquella época, conociendo esta creencia, llevaba a cabo también otra curiosa práctica…
Cuando un familiar fallecía, se le enterraba en una cripta junto a un gato vivo. La cripta tenía siempre un agujero por donde el animal podría salir, y cuando lo hiciera, daban por sentado que el alma del ser amado ya estaba en el interior de aquel noble gato… De este modo, alcanzaba la libertad y ese sendero de calma y espiritualidad capaz de preparar a esa alma, para el camino posterior hacia la ascensión.
Dicen de los gatos que son como pequeños monjes meditativos capaces de traer la armonía a un hogar. Para la orden budista de Fo Guang Shan, por ejemplo, son como personas que ya han alcanzado la iluminación.
Los gatos son seres libres. Beben cuando tienen sed, comen cuando tienen hambre, duermen cuando sienten sueño y hacen lo que se debe hacer en cada instante sin necesidad de complacer a nadie.
No se dejan llevar por el ego. Y algo especial de estos animales según esta rama del budismo es que aprendieron a sentir a las personas desde eras muy lejanas en el tiempo, en cambio, las personas aún no han aprendido a sentir al gato en el presente.
Son leales, fieles y afectuosos. Pero sus muestras de cariño son íntimas y sutiles, y aún así, tremendamente profundas. Solo aquellos que sepan ahondar en su interior, con respeto y dedicación, gozarán de su amor inquebrantable. Las personas que sean desiguales o que eleven a menudo su voz para gritar, jamás serán de su agrado.
Para concluir, sabemos que no hace falta recurrir a los textos budistas para entender que los gatos son especiales. Sus miradas nos transportan a universos introspectivos, con sus extrañas posturas nos invitan a practicar el yoga, son un ejemplo de elegancia y equilibrio…
Los queremos y hasta los veneramos y, aunque ellos mismos se crean auténticos dioses recordando quizá sus días en el Antiguo Egipto, es algo que les permitimos con orgullo.
Todos disponemos de nuestras propias historias con estos animales, momentos inolvidables que nos han permitido disfrutar de pequeños instantes cargados de magia y autenticidad. Esos que seguramente sirvieron de inspiración para hilar esta hermosa leyenda budista que quedó impresa en tinta, papel y misticismo
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